Como todos, siempre emprendemos nuestros viajes con las ilusionadas expectativas de poder disfrutar de vida en abundancia y de excitantes encuentros con los bichos marinos que cada uno va buscando y, por supuesto, de gozar de la riqueza de los arrecifes y fondos sobre los que tanto se comenta y muchas veces, por desgracia, exageradamente se publicita, y con ellas salimos, una vez más, de nuestra guarida rumbo Barcelona-Singapur-Manado para comenzar disfrutando, antes de llegar a Lembeh, de 3 días de buceo en el Parque de Bunaken (9 inmersiones).
Nos alojamos en Minahasa Lagoon Resort, un tanto alejados de Manado, pero tranquilos junto al mar con una gran playa de arena tirando a negra con el agua un tanto turbia y dentro de un entorno natural. El resort disponía de habitaciones muy amplias, servicio excelente, algo de ruido proveniente de una pequeña carretera cercana pero inapreciable por la noche en la habitación y la comida muy bien presentada aunque a veces los platos demasiados escasos, en cualquier caso nunca nos quedamos con hambre. Destacar que nos ofrecieron probar las delicatessen del lugar
, previo aviso de un día para poder hacerse con los protagonistas del plato, tales como estofado de murciélago, guiso de rata y cobra en salsa, invitación que declinamos amablemente porque somos más de potaje de garbanzos con pringá, gazpacho, gamba blanca y jamón de Jabugo, y aunque solemos probar siempre los platos locales estos como que preferíamos que se los tomase el de la mesa de al lado aunque no me cabe duda de que deberían estar deliciosos … 
En cuanto al buceo escogimos a Eco-Divers, fueron excelentes como casi es norma en Asia, grupos de 4 personas como máximo aunque la mayoría de las veces buceamos solos mi mujer y yo … ya en el agua bastantes tortugas poco tímidas volando o dormitando en las cuevas y oquedades de las paredes del arrecife, bien gordas y lustrosas, bancos de peces de distintas especies, peces payasos de un sin fin de variedades custodiando sus anémonas de múltiples colores y un repertorio de corales blandos y duros sencillamente espectacular tanto en los fondos como en la recargadas paredes del arrecife, una gozada para la vista con combinaciones de mil texturas y colores a la altura de los más exigentes y sin tener que envidiar a los de las mejores localizaciones ...
Temíamos encontrar en el Parque de Bunaken menos vida de la esperada como consecuencia de la tan comentada sobrepesca en la zona y también bastante basura flotando proveniente de Manado, pero afortunadamente no fue así (algo se debe estar haciendo bien por allí ...
), apenas vimos restos sobre el agua y gozamos de una gran visibilidad por encima de los 30 metros con bastante bicho acuático que “afotar” … el primer día lo dedicamos a puntos de la costa y los dos siguientes a la isla de Bunaken donde la presencia de vida y corales era considerablemente mayor y también la visibilidad del agua al no estar afectada por la turbidez provocada por los sedimentos que aportan los cauces de los ríos de la tierra principal y que, en esta ocasión, bajaban crecidos con el agua de la lluvía que solía caer durante las noches. Los paseos de una hora desde el resort hacía Bunaken fueron siempre una gozada, con el mar en absoluta calma y tumbados en las colchonetas sobre el techo de la embarcación al calor del solecito siempre aliviado por la brisa mientras entre cabezada y cabezada disfrutábamos del verde paisaje de la selva con las imponentes siluetas de los grandes volcanes recortándose en el horizonte …
Tras admirar la belleza submarina del Parque de Bunaken había llegado la hora de la verdad, el objetivo primordial del viaje, sumergirnos en los archifamosos fondos del estrecho de Lembeh, en un par de horitas de lento viaje en coche (si hubiera existido una autovía hubieran sido 20 minutos escasos ... ), nos plantamos ya de noche en el Resort de Eco-Divers donde nos recibieron los encargados, Kathrin y Tarkan ... mientras cenaban con nosotros nos comunicaron que se acababan de marchar 15 rusos y 2 franceses y que estaríamos solos durante los cuatro días de nuestra estancia, y para que estuviéramos más solos aún ellos también se iban a pasar unos días de vacaciones con lo que teníamos el hotel, sus empleados, el barco con su tripulación de 7 personas y el guía para nosotros solitos, un lujazo, paaaaaazzzz y tranquilidad total …
, decir que la atención fue excelente (la verdad es que había poco que atender … 
). Aquí la comida fue francamente buena con una amplia carta de primeros, segundos y postres a elegir, con platos, en esta ocasión, muy abundantes y detalladamente presentados, en cuanto a los bungalows amplios, bien decorados y con wi-fi (que aquí si funcionaba bien no como en Minahasa que no llegaba a las habitaciones), tenían 3 dormitorios en su interior, cada uno con su baño incorporado, y un salón-comedor común donde podías pedir que te sirviesen la comida, además, de una habitación con un ordenador, exclusivamente diseñada para dejar los equipos y accesorios de fotografía y recargar las baterías con tropecientos mil enchufes con sus adaptadores para dos clavijas (europeo), una gozada para el fotosub ...
A la mañana siguiente salimos para comenzar nuestras inmersiones (también 9 divididas en 3 días), tras un trayecto de diez minutos en coche llegamos hasta el puerto donde nos esperaba la cómoda embarcación cubierta de madera que se encargaba de desplazarnos de tierra al barco base anclado en medio del estrecho, y del que partíamos para bucear y regresábamos para descansar entre inmersiones, ducharnos, recargar las baterías, tumbarnos a la bartola, también podías conectarte por wi-fi o tomarte un tentempié … a primera vista me sorprendió que la superficie del agua no estaba tan negra como había leído por algún sitio sino más bien con un tono verdoso, y ya dentro me agradó ver que la visibilidad no era tan mala como esperaba de hecho superaba, en ocasiones y con creces, los 10 metros sin que el agua estuviese exageradamente turbia ...
Bueno había llegado el momento de ver si realmente Lembeh respondía a su fama o no, y muy pronto salimos de dudas sobre las negras arenas volcánicas comenzaron a aparecer caballitos de mar, grandes, pequeños, marrones, rojos, azules, pigmeos amarillos y pigmeos rojos en sus gorgonias, nudibranquios, peces rana amarillos, verdes, naranjas, peludos y gigante blanco, peces pipas fantasmas ornados y también robustos, serpientes, morenas, peces escorpión, león y piedra, gobios con sus cigalitas trabajando a destajo, peces erizo y cofre, almejas eléctricas rojas con sus alucinantes rayos azules, langostas, gambitas y cangrejos del mil clases entre ellos los decorados con anémonas, un pulpo como una mesa camilla (que bueno hubiera estado a la gallega con sus patatitas o cachelos, perdón …
) sus prim@s las sepias y los increíbles pulpos miméticos cambiando su camuflaje a la velocidad de la luz, etc, etc, etc y doscientosdieciocho etcéteras más … un entorno único … sí, esta lejos y cuesta un dinerito pero ningún buceador debería dejar pasar esta experiencia por alto porque es sencillamente soberbia … en muchos viajes de buceo el avistamiento de alguno de los especímenes que se pueden ver en Lembeh sería el hallazgo objeto de todos los emocionados comentarios de los buzos, aquí se te hace hasta normal verlos juntos y a veces hasta complicado elegir que bicho fotografiar primero cuando se acumula el trabajo … 
Por si estuviera poco decorada esta espléndida tarta, además nos la sirvieron con dos jugosas guindas, la primera, los mandarines apareándose como todas las tardes, entre las cinco y las seis coincidiendo con la puesta del sol, con su hipnóticos y exuberantes colores y sus increíbles aletas, para muchos el pez más bello del mundo, siempre jugueteando nerviosos entre los corales hasta que macho y hembra pierden la vergüenza y se sitúan pegaditos a escasos centímetros del fondo para comenzar su lento ascenso vertical con un continuo y agitado aleteo sincronizado hasta que alcanzado un metro terminan de gozar de su momento más dulce y caen exhaustos en picado hacía el coral para poco después reiniciar sus devaneos, una alucinante visión que por momentos nos sumergió dentro de una película de dibujos animados …
La segunda de las guindas … el pequeño pulpo de anillas azules que teníamos especial interés en localizar y tras solicitárselo amablemente a nuestro guía nos lo sirvió rápidamente a la carta, en esa inmersión pudimos ver dos ejemplares a los que estuvimos un buen rato contemplando muy de cerca, con sus intensos y fluorescentes anillos azules mientras se mostraban indiferentes ante nuestra presencia conocedores y seguros del letal poder de su veneno …
Tampoco encontramos en Lembeh la cantidad de basura, suciedad y neumáticos que esperábamos (quizás estuvimos en el otro Lembeh o padezco algún trastorno de la percepción …) y si descubrimos, inesperadamente, paredes atestadas de corales de intensos colores, formas y variedades, peleándose para encontrar un huequecito donde instalarse, y sobre todo vida, mucha, mucha vida, con una diversidad y singularidad que jamás habíamos visto anteriormente en ningún lugar del mundo. Antes de partir ya sabíamos que este viaje no era para ver bichos gordos (que son los que particularmente me gustan más) y sobre mi cabeza siempre planeó la sombra de una posible decepción pero nada más lejos de la realidad, la experiencia resultó sin duda sobresaliente y asombrosa ...
Rodeados de tanta maravilla fueron transcurriendo las inmersiones hasta que, finalmente, se nos agotó el tiempo, tuvimos que cortar nuestro cordón umbilical con el mundo submarino, se nos cayeron las alas y fuimos atrapados, una vez más, por el implacable imán de la gravedad …
El viaje llegaba a su fin pero no nos podíamos despedir sin aprovechar nuestra última tarde para visitar la selva de Tankoko donde pasamos un animado rato caminando detrás de nuestros primos lejanos los macacos negros, sobre el suelo tapizado de hojas secas para diversión de las hormigas que, cada vez que nos parábamos nos acribillaban los pies ... hasta que a la caída de sol pudimos ver al simpático y singular mono tarsio en libertad instantes antes de que la familia, compuesta de siete miembros como lo enanitos de Blancanieves, saliese de su chalecito rústico, instalado en el gran tronco de un árbol centenario, para comenzar su jornada de caza con alevosía y nocturnidad …
No solemos, salvo contadas excepciones, volver a los puntos de inmersión visitados para poder disfrutar de los otros muchos que aún nos restan por descubrir y de paso conocer nuevos países y culturas, pero lo cierto es que tras los siete intensos días vividos en Bunaken, y especialmente en Lembeh, y las dieciocho inmersiones, alguna de ellas verdaderamente memorables, emprendimos la vuelta con la esperanza de regresar algún día para disfrutar de tan insólito y excepcional regalo de la naturaleza …
(Una vez más gracias a los lectores del ladrillo y, como no, a los ojeadores de fotos por haber llegado hasta el final de esta crónica … espero que a alguien le sea de alguna utilidad y les recomiendo encarecidamente llevar una lente macro, y mejor aún, con lente de aumento para macro extremo. Como podéis ver por mis fotos, yo no la llevé, para mi cámara aún no he visto ninguna que me convenza lo suficiente como para hacer el desembolso en cualquier caso el amante de la fotografía submarina encontrará en este viaje muchas y singulares oportunidades para fundir su/s tarjeta/s de memoria y, sobre todo, disfrutar de una experiencia inolvidable …)
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