CARBONERAS: Unas aletas lujuriosas en parada...

Para contarles a los demás las experiencias en nuestras inmersiones o en nuestras reuniones en tierra.
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Zona de inMersión
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CARBONERAS: Unas aletas lujuriosas en parada...

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CARBONERAS: UNAS ALETAS LUJURIOSAS EN PARADA DE TRES A TRES.


No defraudó. Regresar a la cuna Scubagueto es tenerlo todo, menos una noche tranquila.
06/11/2013


Como era aquello, a ver si me acuerdo… creo que era así:

“hay cosas que pasan y se tienen que contar. Cosas que se cuentan pero que no tendrían que haber pasado. Cosas que no pasan pero se cuentan y cosas que se cuentan aunque no pasen. Luego está lo que pasa, pero no se puede contar, lo que pasa pero no se debe contar, lo que no se debería contar pero se cuenta, y los cuentos que contamos aunque no sabemos si pasan.



¡¡Pasando de todo…!!! No adelantemos acontecimientos.



Una “escapada” comienza con un “cubiqueitor” venido al merme por las bajas postreras y los cambios de vuelo. Aun así, como tenemos que llevar los equipos de Maika y Javier (nuevos en esta plaza), sumamos seis pasajeros y nueve equipos de buceo. Muy lejos de anteriores plusmarcas, pero que dignifican la labor de encajar bolsas en el maletero de la Scubamovil. Tampoco descuidemos el “cubiqueitor” de coches, teniendo en cuenta todas las variables del mundo, pero sin percatarse que unas obras en la N-IV pueden arruinar cualquier tipo de previsión tomada.

Arrancamos con tres días de buceo respaldados por excelentes pronósticos del tiempo, ansiamasá progenitora y, en algunos casos, propósito de enmienda. Cuando el aperreado motor de la Scubamovil entra en acción, sabemos que no hay vuelta atrás. El silencio se hace y la frase “¿no viene tampoco hoy Sonia?” apenas hace mella en la taba de un pecho henchido por la inminencia de la aventura. Las consiguientes réplicas con acritud se terminaron cuando todos entendieron que un eventual abandono en las cercanías de la AP36 en tierras del Aberroncho y la Jineta Montse sería peor que tener que aplicarse en el cuidado del propio equipo de buceo. Acalladas, pues, las voces sediciosas callejeamos por el casco histórico de la nación Carabanchelera dejando bajas temperaturas en el retrovisor y separados del buen tiempo por un tramo de R3, AP36 (mucho más barata que la A$4) y el tiempo empleado en el paladeo de unos bocadillos de panceta a la brasa con queso manchego de la Mancha regados con refrescos con denominación de origen y cuidada cosecha.

Comentar que, tras un viaje escuchando anécdotas de vestuarios femeninos, cleptómanos, descuideros, cacos y cholos, añoro esas confesiones de bata verde (casi transparente) acompañadas de elucubraciones con final inverosímil y botellitas de reserva dormitando sobre los cristales tintados. Sea como fuere, nos vinimos arriba, y si en el peaje nos acomodaron para la sala dos a las cuatro y media, en “los Chopos” nos pudimos levar tres kilos de cítricos y otros productos adecuados para la dieta de “Celio”, nuestro apolíneo y atigrado cuerpo que levantó pasiones de gavilanes en el restaurante. Con Borja pisándonos los talones, llegamos a Sangonera, donde haremos un “pit (de pitillo) Stop” y trataremos de engañar a la fatiga con bebidas estimulantes y edulcoradas.

La noche se apodera de las vegas y arrabales apoligonados mientras reducimos la distancia que nos separa de nuestro destino entre risas, conversaciones y el monólogo infinito de Murillo, que sigue empeñado en relacionar el 4-2-3-1 con el último concierto de Rainbow dando por sentado que la parroquia está interesada en seguir las doctrinas que lanza desde su púlpito de copiloto. De esta guisa y sin más paradas técnicas transcurrimos finalmente por las calles casi vacías de Carboneras. En el centro, Manu, Antonio y Gabi nos están esperando. Aprovechamos la ocasión para ver la reforma que han perpetrado y dejar los equipos preparaditos para el día siguiente. Poco hay que decir sobre lo segundo, pero sobre lo primero… hay que ver el espacio que han dejado. Se ve mucho más grande, más ordenado, más limpio. El cuarto de compresores ya no ruge, y con otra máquina, la recarga de bombonería es mucho más eficiente. La siguiente parada es en el hotel Felipe.

Antes de aparcar, la abundancia de adolescentes y pre-adolescentes caracterizados y enmascarados nos recuerda la festividad del día y nos anima, linterna en cara, y con la inestimable ayuda del ahumado del cristal de la ventanilla a responder al jolgorio juvenil con una “treta” que, a juzgar por la cara de la quinceañera, causó mayor efecto que el esperado. Aparcamos y, ya en la recepción, repartimos habitaciones, dando a elegir “susto” o “muerte” cumpliendo con las normas de la festividad. Hubo quien presumiendo de percepciones extrasensoriales erró claramente la decisión, teniendo que recurrir a la tapadura nocturna de apéndices auditivos. Y no diciendo más ná, creo que lo digo tó.



Lo prometido es deuda.



Tras arranchar nuestras pertenencias en el hotel, con Borja finalmente incorporado y con Maika y Javier presentados en sociedad dirigimos nuestros pasos hacia la puerta del restaurante donde ya nos espera Diego, sus menús y su flan de queso. Una cena tranquila, más que regada, bañada en vino pendenciero y dónde las comparaciones del sabroso postre con la argamasa de relleno consiguió que Javier optara por un Maxi-bon. Lejos de nocturnas la primera noche servirá para descansar y reponer fuerzas.

El viernes, primer día del puente, tras desayunar arropados por las medias barras, nos apretamos en la Scubamovil pero sin estrecheces ya que Borja y Nacho han decidido adelantarse para probar sus alas americanas. Una vez llegamos al centro, comenzamos… no… comienzo (no vino Sonia) a repartir equipos y bombonas infladas. Una vez llegan los hermanos (es lo que tiene venir caminando) y aparece Miguel Ángel comienza la dura decisión de bajar con seco o con semiseco. Decidimos dar un voto de confianza a Gabi y embarcamos, ¡¡¡ atención a esto !!!, por el nuevo pantalán cómodamente a la barca. El mar está tranquilo. La temperatura exterior es buena. El cielo azul y según navegamos, comprobamos que la visibilidad puede ser buena.

Fondeamos en la pared de San Andrés, pero justo en el cañón, dejando opciones tanto para los más avanzados como para los menos avezados. Divididos en dos grupos, comenzamos a equiparnos y a descender. Hay que ajustar la flotabilidad en especial cuando llevas tiempo sin bucear. Finalmente, entre un enorme banco de bogas cuyos destellos refulgen contratados en el azul comenzamos a navegar entre arena, roca y posidonea. Recorremos el cañón buscando vida en la pared, encontrando murio…ninos, morenas, algún abade, ermitaños y nudibránquios que alegran cada metro de inmersión. Jugueteamos entrando en las perforaciones y una vez compruebo que todo sigue bajo control, decido cruzar el arenal y dirigirme a la pared del cráter. La buena visibilidad se confirma cuando vemos la sombra del muro de piedra volcánica casi desde la pared de San Andrés. En el cráter, las nacras se yerguen orgullosas, ya que, incluso, sin vida, sirven de refugio a serranos o pulpos. En la arena, vemos una chicharra o golondrina (dactylopterus volitans) que no se inmuta ante nuestra presencia y continua su búsqueda de alimentos entre los restos de hojas de posidónea posiblemente arrancada por los temporales de días anteriores. Justo cuando las primeras gorgonias aparecen, los primeros manómetros llegan al “cien”, aconsejando iniciar el regreso. Maika, imagino que por aquello de la integración, inicia su andadura “Scubagueto” entrando por la puerta grande al club de los diez bares. Un ascenso tranquilo y muy buenas sensaciones. Esto promete.

La segunda inmersión del día se perpetrará en las Corvinas, eso sí, previo viaje al nuevo pantalán a cambiar bombonas desinfladas por infladas, desaguar las menores, y tomar algo achocolatado, crujiente y sólido procedente de la despensa de Manu. En las corvinas, ajustamos el lastre de Maika (de nuevo), aunque las posturas pudieran ruborizar a más de un guionista de las más tórridas escenas de mis películas de culto. Llegamos ante el cardumen de corvinas y el más numeroso de sargos y espantamos abades y gitanos sobre las algas. Tenemos tiempo para disfrutar con la compañía de un par de peces ballesta (“lunestas” en denominación Abulense) antes de continuar camino. Un par de morenas a la fuga son el preludio del éxtasis. Ante nosotros, un cardumen de más de sesenta dent…inos está sembrando el pánico en la zona. El tamaño de alguno de ellos invita a pensar que muy pocos habitantes del arrecife pueden sentirse a salvo. Confiados, permiten que nos acerquemos, mostrando su dentadura, signo inequívoco de su condición depredadora. Nos dirigimos ahora a la arena donde los espet…inos reinan, en un constante ir y venir, dibujando círculos perfectos en el azul (y no chorradas selenitas en la arena) mostrando, incluso, curiosidad imagino que por los brillos de la carcasa de la cámara. Las piedras frente a la lengua de arena están repletas de vida y amenizan el final de la inmersión que llegará a más de sesenta minutos. Tiempo para recoger, endulzar y orar por el pronto secado de los equipos, ya que, aunque el agua no ha bajado de los 21º la sucesión de inmersiones desata la maldición del “traje mojao”.

Comida, siesta, clase magistral de “coaching furgolero” tapas y cena con aprendices a “extras” de “the walking dead” que lograron a asustar a más de uno, más concretamente a uno. Ahora sí, con flan de queso como colofón y otra nueva Farfulla amurillada (el que calla sin que se lo solicites, habla sin que se lo pidas) incluyendo el “hit” de la semana “eres un antídoto para la lujuria”. Otra noche sin luna, sin viento y sin nocturna. Hemos pasado del ansiamasá al mermeamasao.

Otra noche, otra madrugada y un regalo de día. El sábado, tras el desayuno, de nuevo en los medios disponibles, a saber. Scubamovil o caminando, prontito en el centro para dar rienda suelta a las incuestionables cualidades de mis gafas de cristales “porlizos” mientras montamos equipos y cargamos la barca. Hoy, buscaremos el motor. Para ello, fondeamos en la pared y vamos descendiendo hasta las gorgonias (preciosas), punto desde el que, el pecio, es visible. Mientras Miguel Ángel ejerce de compañero, preparo la emboscada avanzada para Antonio. Unas risas narcóticas más tarde damos por finalizados los ejercicios y regresamos con el grupo no antes de haber comprobado la vida que se esconde en el motor y en el ancla que hay a su lado. Terminamos la inmersión en las grietas que denotan el pasado ígneo de la zona. Como la distancia entre la zona de buceo y el puerto en muy corta, regresamos siempre a tierra para cambiar botellas. Una pausa muy bien aprovechada que aprovechamos para decidir la ubicación de la inmersión sucesiva. Tras una votación democrática (en el sentido Scubagueto de la expresión “democrática”) optamos por hacer el lado derecho de las corvinas. Sin prestar demasiada atención al entorno, y ya que Manu lo ha comentado, busco el congrio ciego, el que ya vimos en verano, y que se aferra a la vida más que político a poltrona. Compartiendo espacio una morena que cuida de su vecino proporcionando alimento. Muy animado, continuamos por la oquedad entre gitanos, abades, meros, dentones, serranos, bogas, sargos, un par de albacoras vistos y no vistos y una corriente que aconseja evitar el enfrentamiento y dejarse llevar hasta nuevos horizontes. Otra nueva pasada de inmersión que también superará la hora de buceo.

No nos queda mucho tiempo ya que, por fin, tenemos nocturna. Comemos, sesteamos y a las seis en punto, comenzamos con la liturgia esperando las palabras claves para abortar la inmersión. Como nadie dijo aquello de “parece que…” nos vemos obligados a subir en el barco y empezar el asunto. Una nocturna, primera para Rubén y obligatoria para Antonio donde sorprendemos a dos ejemplares de “Alicia” desperezándose y una enorme variedad de cangrejos, gambas, anémonas y, en la arena, asomando, la mandíbula sobrecogedora de una culebra de mar (Ophisurus serpens) frente a una cueva repleta de huevos de calamar. Una nocturna tan inolvidable como otras “primeras veces” de las que aún guardo un grato recuerdo…



… El recuerdo de un ascenso en Braille buscando un nudo gordiano, la bioluminiscencia y una extraordinaria demostración de flotabilidad con una parada de seguridad sin luz de tres minutos a tres centímetros.



Como en todas las noches, mezclaremos muertos en vida, fútbol y flan de queso entre charlas extensas y enriquecedoras. Como en todas las mañanas, desayunamos entre noticias y bajo un cielo azul, despejado, que ningún viento perturba. Como en todas las escapadas el día comienza con la preparación de equipos y los espasmos al notar la humedad mañanera del traje. Pero hoy es diferente, hoy, hay mucha más visibilidad y mejor temperatura. Fondeamos bajo el impresionante arco que abre el cráter al sur y tras saludar a Felipe y sus alquilados bajamos al campo de gorgonias. Pasamos bajo otro pequeño arco y ascendemos ante la mirada atenta de los gobios y las vaquitas que sacan su cabeza por sus “ventanas”. Llegamos a otro momento de compañerismo extremo sin premeditación ni alevosía perdiendo aletas y haciendo una parada de seguridad en los brazos de la ley.

Terminaremos la jornada de nuevo en las Corvinas, pero esta vez, a la “caribeña”. No renunciamos a ver el cardumen de corvallos, ni al de espet…inos por lo que, contra corriente, llegamos al final de la pradera, justo donde debería estar el pez luna que Villa y Borja aseguran haber visto en el motor. Desde aquí, simplemente es dejarse llevar por la leve corriente, pasando de nuevo por el ancla, provocando que una “golondrina” desplegara sus coloridas alas y dejando atrás la grieta del congrio ciego. Una vez pasado este punto, algas, piedra y arena esconden muchos tesoros, como un ala que parece hacer juego con el motor, otro impresionante ancla y escenarios impresionantes con una visibilidad extrema. La verdad, tras más de noventa minutos de inmersión, cuando sacamos la cabeza del agua, lo hacemos en el fondeo de la pared. Hemos dado media vuelta a la isla. Una isla que, seguramente, no volveremos a visitar hasta el 2014.

Nos despedimos de Gabi, de Antonio y de Manu. De las tapas, de la Alhambra, de los tesoros vistos a través de unas gafas de cristal porlizo. Atrás quedará un viaje entregado a la COPE y a las genialidades de nuestro copiloto más apolíneo. En el horizonte, la última de Columbretes, pero eso, será otra historia.

Un saludo.
Raúl :D

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