CARBONERAS: Expedición "Ana Rosa".

Para contarles a los demás las experiencias en nuestras inmersiones o en nuestras reuniones en tierra.
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Zona de inMersión
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CARBONERAS: Expedición "Ana Rosa".

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ESPECIAL PUENTE DE MAYO: CRÓNICA DE LA EXPEDICIÓN “ANA ROSA”

05/05/2014

“Bienaventurados nuestros imitadores
porque de ellos serán nuestros defectos.”
Jacinto Benavente (1866-1954), dramaturgo español


Sí, Scubaguetos y Scubaguetas, la verdad, es algo entre rabia, decepción y desamparo en una semana en la que hemos comprobado que hemos pasado de tener seguidores a tener imitadores. Me divierte mucho lanzar las convocatorias, las ofertas o escribir las Scubacrónicas y los Scubartículos, que deben de gustar mucho, ya que, alguno de ellos han sido copiados literalmente. En cualquier caso, intentarán copiarnos, tratarán de imitarnos, pero nunca se acercarán a comprender la realidad de una forma muy diferente de entender el buceo. Un espíritu que se ha puesto de manifiesto durante una semana muy dura para la Scubamovil, a la que dejamos aparcada esperando que un donante compatible obre el milagro del trasplante. Aprovechamos para agradecer las continuas muestras de apoyo recibidas y haremos llegar a nuestro vehículo tantos y tantos mensajes de ánimo recibido.

Hoy es miércoles, que puede ser un gran día, o una buena noche, pero, no adelantemos acontecimientos.

El cubiqueitor es dantesco. El coche de Raúl ya está casi a punto de reventar y siguen sacando bultos de la tienda. Al final, no va a ser una buena idea haber metido un baúl. Con mucho esfuerzo, logramos cerrar el portón trasero y convencemos a Sonia de que las bolsas que hay en el asiento las hemos dejado allí para ser empleadas como catre. Con una sensación extraña, callejeamos hasta llegar a la M cuarenta y tantos para salir en la A$4 (mucho más caro que la R4) y parar frente al peaje de la AP36. Se ve que la chiquita que tienen metidita en la caseta nos reconoció por la voz y convencida de tener al lado a nuestra Scubamovil nos envió el tiket al expedidor superior, fuera de nuestra vista, motivando una espera de varios minutos hasta que el señor de la barba solucionó el desliz entregándonos una entrada.

Conducimos por lo que serán los bajos de la Mancha uno y la Mancha dos cuando llegue el cambio climático y tomamos la sabia decisión de hacer la primera parada justo cuando los rugidos de las andorgas de Sonia superan el umbral del dolor, entonces, le sale la vena ni-ni poligonera y ves en el retrovisor una mirada torva que amenaza con remoñearnos una mano de guantás a dedos llenas si no paramos pronto.

Hay que comer algo.

Como tengo la carta de bocadillos más proscrita que las memorias de Valdano, opto por un chisturri de cerdo a la brasa, que según las explicaciones de una camarera más trascendental que una película Sueca, es la parta alta de la murtundia del cerdo, también denominada chistadera, pero con corte trasversal, así como sesgado, y que viene acompañado con una deconstrucción de tortilla de patatas pero sin huevo ni cebolla. Vamos, lo que viene a ser un lo que sea de carne a la brasa, pero rapidito, que hay nocturna.


La ingesta de las delicias Manchegas de la Mancha regadas con refrescos de las mejores bodegas, invita a la soñera vespertina que se prolonga hasta superar Murcia y afrontar los últimos 200 kilómetros. En ese justo momento, los amenazantes ululatos procedentes del asiento trasero nos sugieren que es hora de hacer la segunda parada, dando por perdidas las esperanzas de completar la estrategia a una sola. Una pequeña escaramuza con las tropas del INSERSO desplazadas a la zona sirve de preámbulo a un cafelito que nos animará la última parte del viaje.


Por fin llegamos a Buceo Carboneras, saludamos de nuevo a Gaby y a Manu. Comprobamos las continuas novedades en una remodelación sin fecha de finalización y confirmamos plazas y horarios para las inmersiones de mañana. Tras descargar bultos y aligerar el coche, somos testigos directos de la caraja avileña a la hora de encontrar un hueco para aparcar, viendo como la del Tiguan nos birla un sitio de puta madre ante la mirada apolínea, atigrada e indolente de un Javi más pendiente de criticar la defensa de Guardiola. Menos mal que el instinto urbanita de Nacho nos garantiza un lugar de privilegio cerquita del hotel. Cogemos las habitaciones y nos lanzamos por las calles de Carboneras en busca de la oficina de Bankia perdida. Las fotos que nos llegan vía wasap del maquillaje de Vanesa nos advierten que ha empezado a rular la Nutela. Si bien, por un lado, nos invita a fantasear con las diez mejores maneras de eliminar restos de Nutela del cuerpo, también evitan la posibilidad de decorar con un spray de laca dorada el bote. Y, ya que hablamos de dorada, ¿alguien ha mencionado algo sobre lluvia? Mejor lo dejamos aquí.


Tras una expedición breve y escueta por el paseo marítimo, buscamos un sitio de preferencia para ver el partido del Atleti, y, de ese modo, justificar el ataque de merme amasado que hemos sufrido y que ha supuesto la dejación de funciones de nocturna. Bien ubicados, justo en todo el medio de la terraza, nos preparamos para una pasión comentada tácticamente por Murillo. Menos mal que contamos con Luis y sus parecidos razonables para amenizar el previo. Mientras devoran MIS tapas, descubrimos la influencia de ciertas familias en determinados sectores, por ejemplo, la seguridad en los estadios es monopolio de la familia Steward, al igual que la familia Staff controla el negocio en los centros de buceo. El final del partido supone el inicio de una cena en la que Bea va a inflamar un poco más las glándulas salivares de Javi al advertirle de la posibilidad de tener la misma caída de labios que el Stallone. La cena llega a su fin, y nos retiramos a descansar prontito y sin mojitos.


¡¡¡ Por lo que más quieras, Manuel, vuelve !!!


Lo que hay detrás de la cortina es el sol. Sonia hace ya un buen rato que ha bajado a desayunar. Mientras veo pasar por delante de mis narices churros, porras, bollitos y tostadas, me doy cuenta del enorme potencial erótico festivo que atesoro cuando escucho a Bea pedir, y, cito textualmente, un “buen sobao”. Sigo salivando (pero yo sin tener que tocarme la cara) hasta que finalmente, concluimos la experiencia de la comida diurna y empezamos a distribuirnos para llegar al centro.


Allí, hace tiempo que nos espera Miguel Ángel, que estrenará sus prácticas de Master Chef impartiendo una charla informativa de inmersión poco forzada, en absoluto preparada, falta de planificación y con mucha, pero mucha, mala ostia. Tras el briefing a porta gayola y el deseo irrefrenable de rebanar gobanillas marcado aún en la vena del cuello del Croqueto, embarcamos, tal y como está previsto, para dirigirnos al cráter, aunque, como viene siendo habitual, fondearemos allí donde nos gruña la neurona. Con orden, disciplina y sólo un poco más coordinados que las peleas de caca de los monos del zoo nos zambullimos expandiéndonos hacia lo primaveralmente negro y comenzamos un descenso tranquilo en unas aguas con buena visibilidad.

Una vez el fondo, el grupo, compacto, unido, todos juntos, se prepara para el inicio de la inmersión. Una vez se da el banderazo de salida, nuestro guía, hace lo que se conoce como un Vettel, es decir, sale el primero, y el que tenga huevos, que le siga. Tocado con su capucha, al igual que los pastores cabezones del Bierzo, ignora el concierto de maraca en Do sostenido que interpreta Sonia y que se escucha desde el otro lado del cráter, donde nos encontramos Víctor y yo. Una vez se ha deshecho de sus perseguidores, el feliz postillón puede regresar al barco y poner cara de “esto no me puede estar pasando a mí”. La exigencia física de la inmersión pasa factura a los romeros más tordos y la sucesión de abandonos para la improvisada segunda inmersión significará mucho más espacio en el barco. Por mi parte y, pese a no poder descender más allá de los diez metros de profundidad (un curso de OWD es asina) disfruto de una inmersión mucho más pausada y de la compañía de Salpas, morenas, muri…oninos, Felipes, grandes nudis, pequeños nudis, nudis aplastados (también llamados planarias) y mucha más vida.


Llegamos a puerto a tiempo para darle resuello a la vejiga y preparar la sucesiva. Tenemos la baja de Bea, pero en su lugar llega Ana Rosa, un ser algo artificial, y tan callada que no se la escapa un “ay” en un concierto de flamenco. Será la primera experiencia de Ana Rosa en el mundo del buceo, y, pese a tener ya las gafas puestas y el regulador en la boca, parece que, dada su apariencia frágil, no se lanzará al agua, no vaya a ser que se la lleve la corriente. De manera que, su desfloración submarina se completará allá donde Murillo hace las paradas de seguridad, es decir, en superficie.


Como ya he comentado, la corriente, flojita, enmaraña la fase de descenso. Esta vez, tenemos otro guía, pero un mismo concepto. Compás en mano, se ve que se vino arriba cuando en el visor apareció el 210, pensó que serían kilómetros por hora, y mantuvo el ritmo de carrera hasta que aterrizó en las cercanías del cabo de fondeo. El resto de los mortales, tras bregar con la puñetera corriente en la ida, nos relajamos en una vuelta a la caribeña entre espet…inos y medregales confiados, corvinas y mucha vida en las grietas.

Con la incorporación del imperturbable Víctor al Club de los 10 bares, damos por finalizada la segunda inmersión y tras hacer el esfuerzo de tomar algo en la terracita que hay junto al centro, nos llegamos al feudo de Diego para disfrutar de una buena comida… y lo dejo así, botando.


Mientras esperamos el esmerado servicio, charlamos de cosas importantes, de esas que no se pueden dejar para luego, y asistimos impávidos a la confirmación de Silvia como la chica más húmeda de Zona. Si no era suficiente lo del colchón de agua en el Devismar, ahora, somos testigos directos de la génesis del mantel de agua.


El plan de esta tarde es estar hasta las 18:30 a serrucho y luego marcharnos a ver las cuevas de Sorbas, pero, se conoce que nos han fichado de la última vez que se lo dejamos todo como una ciénaga y nos han dicho que sí, que la visita sí, pero que hoy no, que mañana ya si eso, lo que significa que, el viernes se nos va a joder la siesta, y, me imagino, que cuando Nacho se entere se va a mosquear más que el casero del fugitivo, pero bueno, todo sea por el bien de un grupo que se congratula (como el rey) de amparar entre nosotros y, porque no, entre nosotras, a un ser como Ana Rosa, con su mirada fija y su cara de sorpresa, ya que, de una forma o de otra, esa expresión es lo que dará el nombre a esta Scubacrónica.


La visita a las cuevas es sustituida por una pequeña excursión al faro de Mesa Roldan, la torre artillada y la playa de los muertos… y no diciendo más ná, lo digo tó. La cena sirve de anticipo a una ronda de mojitos, uno de ellos sin alcohol y con sacarina y dos más aligerados entre risas, anécdotas y explicaciones sobre la Narcosis.


El viernes, encontramos nada más salir del hotel unas pequeñas brisas, que no auguran nada bueno. El desayuno resulta muy didáctico, ya que, mientras degusto un Colacao acompañado por nada de nada, aclaro un par de conceptos a Silvia, que parece que con la explicación de anoche se quedó más desconcertada que un guiri en Santa Pola. Tras la tarea evangelizadora, comenzamos la peregrinación al centro, para dar comienzo a un ceremonial muy conocido por los seguidores de los scuba-hits: El “Traje Mojao”.


Nacho y yo nos tomamos un instante para pensarnos si procedemos a solidarizarnos con los compañeros y renunciar al traje seco, o seguir con los semi secos en la bolsa y continuar con la befa fraternal. Tomada la decisión correcta, nos encaminamos al barco, y navegamos hasta llegar al cráter. En estos momentos estamos a dos inmersiones de cantar la verdad universal del buceo. Saltamos, y descendemos buscando encontrarnos en el arenal. Llegamos a tiempo para ver una perfecta definición de lo que se denomina “hacerse un Murillo de descenso”. Una destreza reservada para los más preparados que consiste en, más que descender agarrado al cabo, mantener la flotabilidad mientras se trata de izar el ancla con cadena y todo. Con la tormenta de arena en pleno apogeo, comenzamos la navegación buscando morenas, congrios y muri… bueno, más bichos en las grietas de esta parte del cráter. Un pequeño ascenso nos sitúa en la parte alta de las fauces de esta caldera volcánica, y nos invita a buscar el arco grande, hogar de Felipe, que no faltará a la cita. Regresamos apurando el aire y controlando al grupo haciendo de vez en cuando un “Bea”. Una rara habilidad innata consistente en averiguar si tu compañero te sigue a base de frenadas bruscas y verificación de presencia por impacto posterior. Con Víctor codiciando su ingreso en el ateneo del CDB*, damos por concluida la primera inmersión de la mañana. La segunda, nos llevará al motor, centrándonos en la identificación de la narcosis. Antes del ascenso final, asistimos a otra demostración de lo que ya se conoce como “hacerse un murillo de ascenso”, recurso reservado a unos pocos privilegiados y basado en un control absoluto de mente y cuerpo (si es apolíneo y atigrado, mejor que mejor) que logrará una parada de seguridad de tres minutos a tres centímetros mostrando el ordenador para que los compañeros que están en el barco te indiquen el momento justo de finiquitar el trámite. Tras regresar al puerto, hay que caminar hasta el hotel, porque tenemos muchas cosas que celebrar.


*CDB ( Club de los Diez Bares )


Celebramos la incorporación a la familia de nuevos buceadores, celebramos la llegada de Isabel, Juan, Irene y Juanito. Celebramos el cumpleaños de Vanesa, que empezó el día estrenando regulador y terminará el almuerzo soplando velas. El programa vuelve a ser modorra, té, paseo y cena. El té, que es disolvente, y en absoluto divergente como la piña, no ayuda a olvidar el paseo ingrato entre creperías con Nutela, puestos de gominolas, y un prodigio comestible de tres a seis cuyo olor invadió el Castillo de Aqaba que también visitamos. Tras buscar un poquito de caballo, Nacho, se luce en una traducción literal al inglés de un texto en Español, que a su vez, era traducción literal al Español de un texto en Inglés. Son cosas de carteles informativos bilingües y desorientación del más ilustre de los alcorconeros que visten, por fin, traje seco. La cena reúne a todos los componentes de la expedición, el último en llegar, Jesús, un señor audaz y elegante, con viruta, cualidades que son las que dan empaque a la escapada.


Una noche larga nos regala una mañana soleada, tranquila y muy buena para bucear. Un buceo que nos llevará a las Gorgonias, refugio de un par de gayopedros, y punto de Zozobra importante que anticipa la exhibición de manejo de hilo y ascenso enrollado, al que sólo faltó ponerle una música de esas que suenan cuando viene un susto. La explicación más plausible es que Nacho, no atinara en encontrar su globo de señalización y optase por pillar lo que más a mano tenía, que era Javi. Por supuesto, nuestro entrenador preferido no reusó y sustituyo lo mejor que pudo a la boya. Al salir del agua, nos enteramos que Silvia se ha Marchado con Sonia al hotel, para ponerse morada, o disfrazarse de personaje de Avatar, pero cambiando el azul pitufo por un nazareno pachucho.


El mar tiene una cosa curiosa, y es que, según sea de día o de noche, se ve más o menos. De manera que, tras un merecido descanso, atacamos la nocturna (por fin), visitando de nuevo a Felipe y retozando cual pastorcillos concupiscentes sobre la posidonia. Al llegar a la media botella, Víctor se hace un “Sorbete”, usanza antaño empleada en estos lares fundamentada en llevar una respiración normal hasta los 100 bares y, una vez llegado a este punto, aumentar el ritmo hasta cuadriplicar el consumo reduciendo el tiempo de inmersión. Acelero para dejar al nuevo cofrade del CDB en el cabo del ancla y, antes de iniciar la parada de seguridad veo llegar al resto del grupo. La parada de seguridad, la hacemos en el punto exacto donde Nacho dejó el estrobo que es una luz que a veces funcionaba y a veces no y que con ese nombre, lo mismo puede ser una familia de narcos Bielorusos o un grupo de rap. Una vez en el barco, todos bien, menos Vanesa, que pasó un pelín de frío y en el muelle sólo podía cantar canciones de lady Gaga: po-po-po-pokerface, ale-ale-alejandro, mo-mo-mo-monster, te-te-te-telephone, va-va´-va-vamonos ya…


Terminamos el día contemplando el ansiamasá de Víctor por agotar las existencias de flan de queso, y, obviamente, su miserable fracaso. El domingo, llega sin viento, sin olas y con los trajes húmedos mojados. Nos dirigimos a las corvinas y tras fondear, descendemos con velocidad Scubagueto y empezamos a disfrutar de una buena visibilidad y una agradable termoclina. Agradable por arriba, porque, lo que viene a ser en la termoclina baja, parece que estamos alicatando iglús del frío que hace. Eso quiere decir que buscaremos menos profundidad y bucearemos más tiempo.


Esto termina, como siempre, despidiéndonos de Gabi y de Manu (que de los dos es el tipo de los pelos como tallarines) y ayudando a Sonia a preparar el archivo de los equipos, eso sí, desde la seguridad de la lejanía de la terracita del bar, ya que, mi señora concentrada es más borde que un funcionario sin desayunar. Nos despedimos de Carboneras, de la chimenea, del solecito y sólo nos detenemos en la Jineta para que Silvia demuestre su don de gentes y su enorme capacidad para hacer nuevas amigas. Con los usos y costumbres del bote de Nutela poniendo a prueba mi caletre más lascivo, llegamos a casa. Atrás queda Carboneras, donde volvimos a tener de todo. Un lugar que te recomendamos si te gusta cantar como lady Gaga o pintarte el cuerpo de nazareno pachucho.


En el horizonte Columbretes y Benidorm, donde se espera una salida conjunta de armario, aunque, viendo los gayumbos de Javi, se puede aventurar que ya tiene pie y medio fuera, pero eso, será otra historia.



Zona de Inmersión
No dejes que nadie te amargue la inmersión,
si una no vale, ya vendrá otra que saque lo mejor de tí.

Otra Scubacrónica de José Luis González...

Un saludo
Raúl :D

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