CARTAGENA: Expedición "Murillo style".

Para contarles a los demás las experiencias en nuestras inmersiones o en nuestras reuniones en tierra.
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Zona de inMersión
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CARTAGENA: Expedición "Murillo style".

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CARTAGENA EXPEDICIÓN “Murillo style”

Para evitar problemas, suelo registrarme en los hoteles con un nombre que repele a las mujeres: Javier Murillo.
04/08/2014

Empieza el mes de agosto, pero no hay diferencias marcadas con Julio. Parece como si los elementos se conjurasen y nos castigaran con una inestabilidad más propia de otras estaciones. Estamos, como siempre, en la tienda preparando equipos, cubicando y tratando de averiguar si podremos hacer la deseada nocturna. Porque en principio, Cartagena no era nuestro destino.


En el primer fin de semana de agosto teníamos todo preparado para hacer una visita al hogar del pez piedra de metabolismo lento.

Sí, en efecto, Calahonda...pero otra vez será...

Un pequeño paseo por las tierras del Hidalgo más Manchego, pasar Despeñaperros, un tramito de olivares y tras atravesar la ciudad de la Alhambra llegar a la costa tropical de Granada. Estaba chupado. Pero claro, el poniente se puso revoltoso y nos envió unos días de revolera y olas dejándonos el puntal blanco como una ciénaga y la Rijana más verde que una sopa de tortuga Ninja. Imagino que a Salva, Julia y a mí, se nos debió de quedar la misma cara que a Marco el día de la madre cuando decidimos aplazar la escapada, pero el oleaje, la mala visibilidad y los 19º de temperatura del agua y en descenso no nos permitirían disfrutar de nuestras inmersiones, de manera que, a menos de cuatro días de la escapada me veo buscando un plan “B”.


Tras consultar repetidas veces las páginas de meteorología más habituales, decido que el sitio más seguro es Cartagena, y allá que vamos. Reserva hotel, centro, restaurante y manda el correo con la modificación a los implicados no sea que alguno no acepte el cambio. El Miércoles ya teníamos plena confirmación de todos, por lo que la expedición se ponía oficialmente en marcha. Y el viernes como de costumbre empezamos nuestra historia con los cubiqueitors de rigor.

La Scubamovil, genial de salud, se abre paso entre las primeras retenciones de la A4 hasta llegar a la AP36. Llegar a la Jineta en tan buena compañía es sencillo y más cuando nos enteramos que Villa está tan sólo unos minutos por detrás de nosotros. Las brasas de “Los Chopos” sirven para reponer fuerzas y tras un heladito reparador nos ponemos de nuevo en marcha. La Scuba, hace las veces de centro de operaciones coordinando los Scubaguetos que quieren hacer nocturna. Por fin llegamos al bullicioso pueblo de la Unión y tras alojarnos, buscamos el Yatch Port para ir dejando equipos.


Una vez llegamos al muelle comprobamos que el viento residual sigue soplando y el mar está revuelto. Por suerte Cartagena siempre tiene refugio y aún queda tiempo para que llegue la hora bruja. Optamos por hacer una visita a la vieja ciudad fortaleza y nos aventuramos a ver su teatro, recorrer sus parques y empaparnos un poco de historia. Tras un paseo muy agradable en inmejorable compañía regresamos al puerto y hablamos con el personal de Evolution Divers. Allí, Melchor nos confirma que el mar está más fuerte que el hipo de Gotzila pero que trataremos de llegar al canal, única posibilidad de buceo esta noche. Y allá vamos, navegando con lentitud, confiando en la pericia de Rojano que firmemente sujeto al timón mantiene la misma mirada de audacia que ponen los monos cuando se quitan los piojos. Cuando abandonamos la protección de los muelles, las olas se vuelven montañas. Toneladas de agua que nos obligan a movernos más que una gitana en un puesto de bragas, cambiando continuamente de dirección. La cosa se complica cuando por fin salimos al exterior de la bocana y nuestro rumbo es paralelo al muelle de Escombreras. Entonces, la ola no rompe y rebota juntándose la que va con la que viene, creando una nueva más alta y potente. Si no tienes la experiencia de nuestro patrón, lo normal es que termines tan mojado como Murillo, que recibió él solito en pleno rostro, la única que nos entró a bordo en toda la tarde. Su expresión:

- ¡ Chaval ! ¿pero de que vas? –

aún está resonando en los muros del canal. Canal, al que finalmente no pudimos acceder y no porque no pudiéramos, sino porque una vez dentro, el agua tenía el mismo aspecto que el plato de lentejas de un asilo. Abortada la inmersión, regresamos por el mismo camino y con las mismas condiciones. Por hoy ya vale de emociones, por lo que nos toca recoger, llegar a La Unión, cenar con todo el grupo y descansar, que mañana será otro día.


El sábado aún no se ha deshecho del viento, que pese a que ha rolado, sigue soplando. El primer asunto del día es repartir a la gente entre los dos barcos. El primero, el “América”, acogerá a la mayoría del grupo. En el segundo, la barquita de Melchor, sólo meteremos a Natalia (que hará unos cuantos bautizos), Villa (no, sin mi hija), Fernando (no sin mi Villa), Sonia, Antonio y Vanesa, una persona a la que puedes decir ven esta noche a casa con una sierra eléctrica, bolsas de basura y una pala y no te hace preguntas. Con paciencia, sorteamos las olas hasta llegar a la isla de las Palomas.



Una vez fondeamos en su cara norte empezamos la inmersión. Nos encontramos con una corriente molesta pero que está mejorando la visibilidad. Mientras todos en el América van guiados por David, Antonio, Villa, Vanesa y Fernando van por su cuenta quedando Natalia a mí cuidado y al de Sonia. Por desgracia, a la profundidad segura para el bautizo el mar de fondo nos sacude de un lado a otro y si nos separamos la corriente nos pone las cosas muy complicadas. Decido no arriesgar y por ahora, suspendemos el bautizo. Es entonces cuando me lanzo con Sonia a buscar al grupo, cruzándonos con una preciosa pastinaca y llegando a la cresta, refugio de un enorme cardumen de espet…inos. En los huecos, morenas y congrios y a más profundidad buscando la termoclina, vaquitas suizas, flavelinas y el nudi rarito que me marcó mi máquina de llevarme la contraria.



Para la segunda inmersión, nosotros decidimos ir a buscar la seguridad del Canal, más que nada porque Natalia se ha movido más que una brújula en una lavadora y anda en plan exorcista por la borda. Llegamos por lo tanto al canal y fondeamos en el uno, junto a la piedra. Ante la imposibilidad de resucitar a Natalia, saltamos al agua y salimos del canal un poco sacudidos por el mar de fondo, buscando profundidad. Hoy la inmersión más floja de Cartagena ha decidido sublevarse y mostrarnos su cara más amable y espectacular. De momento la pared de la isla está repleta de nudibránquios alardeando de colores, en el azul, o en el gris, según se mire. Las castañuelas parece que tienen un día movidito tratando de esquivar a los espet…inos que se turnan para lanzar ataques fugaces mientras tratan de apartar a sus víctimas de la protección de la pared. Decidimos seguir a uno de estos ejemplares hasta que nos lleva al lugar de reunión.Es entonces, cuando esta inmersión normalmente más sosa que una croqueta de tofu se cobra un sentido diferente. Nos quedamos ensimismados viendo cómo se forma la bola defensiva y empiezan a girar, al principio desconfiados para un poco más tarde, al comprobar que no suponemos ninguna amenaza, dejarnos evolucionar a su lado. Tras pasar un tiempo suspendidos en el azul decidimos volver no sin visitar la guarida de un pulpo generoso en dimensiones y de una morena de las que ya puede dar sustos. Entre las piedras del muelle vemos un pequeño grupo de “burritos listados” y algún que otro “roncador”, como los que hay en Gran Canaria. El arenal esconde otras criaturas confiadas en su mimetismo y hasta la piedra guarda en sus recovecos sorpresas en formas de planarias, nudibránquios y cangrejos. Damos por terminada la inmersión y regresamos al puerto comprobando que por fin el mar nos va a dar una oportunidad y se va a dejar.


No hace falta recoger, nos dicen. Rojano, Melchor y sus chicas se encargan de todo. Ahora, la vida en Evodivers es un poco más cómoda. Nuestra única preocupación será buscar la senda del restaurante y prepararnos para degustar una paella, que ya va siendo hora.


A la mesa se vuelve a reunir todo el grupo: Mer (si es que se llama así), José Luis DC (un tipo que como te mira como los chinos cuando entras a sus tiendas no se le escapa ningún detalle), Elías y Rosa (que se pasaron la noche a la contra…ventana), Santiago (nuevo en esta plaza), Ángel (enseguida se ve que es muy simpático porque dice a todo que sí con la cabeza), Guillermo (que lleva más tonterías encima que el salpicadero del coche fantástico), Emilio y Marta (otros nuevos que juraron volver), Murillo (el único hombre del mundo capaz de ahorcarse con un inalámbrico), Paloma (arriesgando hasta las gobanillas a las puertas del Rojo), Antonio (que se nos llenó de inquina amasá planeando lo de la “Murillada” del domingo), Vanesa (despidiéndose de nosotros hasta el 2015), Villa (el de No sin su hija), Fernando (el de No sin su Villa), Natalia (la primera persona en el mundo que se marea antes que Antonio), Sonia (que tiene el pelo como la raíz de una cebolleta) y yo.


Una paella en la que nuestro Mister perdió su cámara de afotadura hasta que la encontró Guillermo y en la que, reverdeciendo no tan viejos laureles distrajo la nostalgia de la ausencia de Georgina con el hociqueo apolíneo y el amorramiento atigrado de Christina, a la sazón, madre de la criatura, que logró mantener sus constantes vitales ante semejante despliegue de seducción.


La sobremesa contó con la posibilidad de casta siesta o la visita guiada al Arqua. Los que optamos por la segunda opción pudimos disfrutar de los conocimientos de Rojano, que nos dio una clase magistral de arqueología y al que agradecemos de todo corazón las molestias que se tomó por atender a un grupo de desnortados subacuáticos como el nuestro.


Tras un pequeño paseo, nos volvemos a reunir en el centro por aquello de hacer la nocturna. Con menos unidades de las previstas en un principio, nos dirigimos al canal, ya que hay primerizos en estas actividades y en otras zonas no podemos asegurar la idoneidad de condiciones. Una vez llegamos, comprobamos que si por la mañana esta zona se convirtió en un oasis de vida, por la noche el cambio de turno ha sido eficaz y nos encontramos con más de una hora de pequeños regalos de Neptuno en forma de torpedos, congrios de arena y de los otros, mucho nudi, cangrejos y gambas. Hasta el ascenso en medio de tanta cosa bailando sobre el haz de luz del foco resultó espectacular. Terminamos tan tarde que buscamos un “burriquín” de guardia para cenar, con la exportación de la pajichuela a reacción como principal atractivo y ahí lo dejamos, al libre albedrío de cada uno. Por cierto, que los que no bucearon, pasaron una noche entretenida, bien buscando la tarjeta de memoria perdida -que dejaron el centro de buceo igual que un restaurante tras una boda de mineros ucranianos- bien rescatando la chancla de Murillo -que cayó al mar impulsada por los elevados porcentajes de genio y figura de su propietario- con el mocho oficial del centro que por supuesto, quedó más inservible que un alcoholímetro en un concierto Heavy.


El domingo amaneció con la sensación de perro chico de apartamento. Con todo el trajín se nos pasó avisar a Paloma de la tragedia nocturna y nos la encontramos a punto de borrarnos del twenti con la razonable cara de un gremlim bizco. Mira que tratamos de cometer pocos errores, pero claro, a veces a cada salida, una cagada… lo dicho, como perro chico de apartamento.


Con nuestras sinceras disculpas comienza el domingo. Un domingo soleado, sin viento y sin olas que nos permite una navegación mucho más plácida que los previos, en los que Murillo (y alguno más) ha sido objetivo de pitorreo generalizado al agitar la botella para mezclar N2 y O2 correctamente o buscar si es de diez, doce o quince litros mirando el culote de la misma. Eso, viniendo de un tipo que cuando se pone el Sharskin parece envasado al vacío y se tiene que quitar los calzoncillos aspirando es una invitación al jolgorio.


Mientras el “América” surca las tranquilas aguas de la bahía, la falúa de mugrosos espera a que Sonia termine de equiparse. Nadie opone resistencia por temor a las consecuencias. Cuando pasamos junto a la otra embarcación comprobamos como Rojano anda ya buceando buscando el fondeo de los seis metros en el espeque. Hay corriente y tenemos que optar bien por quedarnos en este punto, dejando a Natalia arriba, con altas probabilidades de mareo, o buscar de nuevo la protección del canal, asegurando aguas tranquilas. El espíritu de amistad, unión y socorro Scubagueto (A la voz de ¡Scubaguetos a mí!, sea donde sea, acudirán todos y, con traje seco o sin él y compartirán escapada con el Scubagueto que solicite bucear) se cumple y decidimos cambiar fondeo “on line”. De nuevo la fortuna sonríe a los valientes y tras un inicio exquisito de inmersión disfrutando con la visión de tembladeras y peces sapo salimos al exterior, ahora sí, azul, a gozar con el vuelo de las águilas de mar que patrullan el dique de Escombreras con una elegancia muy difícil de describir con palabras. De regreso al barco, cambiamos de canal y nos vamos al dos, a buscar una de las cuevas que nos ha localizado Rojano. Una cueva en plena termoclina y que esconde un grupo de espirógrafos que se escondieron al pasar sobre ellos una gran brótola. Al final de la cueva, un pequeño mero me mira desafiante y por encima de mi cabeza, un congrio de buen tamaño se asoma curiosón a ver qué pasa. Y digo “me mira” porque el único que bajó a este lugar fui yo, ya que mis inseparables compañeros se mantenían en la asimetría libertaria bien recogiditos al calor de las aguas más superficiales.


Al subir a la barca me enseñan el vídeo de la incursión de Villa al otro barco para tirar a un adormilado Murillo al agua en una escena más propia de películas de esas de Vietnam que supuso la culminación a un fin de semana típicamente Amurillado.


Volvemos al centro. Recogemos, nos despedimos de todos y regresamos a casa con estrategia a dos paradas y con un nudo en el estómago cada vez que pienso en que, a veces parecemos humanos y erramos, pero como digo siempre: los errores que corregimos hoy, garantizan las buenas inmersiones de mañana, y mañana tenemos Columbretes, y el Mar Rojo, y Carboneras, y Maldivas y…

Otra Scubacrónica de José Luís González...

Un saludo
Raúl :D

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