COLUMBRETES: Expedición "Noreña".

Para contarles a los demás las experiencias en nuestras inmersiones o en nuestras reuniones en tierra.
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Zona de inMersión
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COLUMBRETES: Expedición “Noreña”

Otra experiécia muy, pero que muy húmeda.
14/08/2014

No queda tiempo para nada. Apenas se han secado los equipos de la expedición “Murillo Style” y ya se acumulan en la tienda los bártulos para esta nueva aventura en Columbretes. En esta ocasión, la Scubamovil descansará y su lugar lo ocupará el coche de Raúl, ya que su dueño anda localizando caballitos de mar por los fondos de la vieja Tamaraan. Otra “rareza” de esta escapada es que todo el personal me viene localizado desde Barcelona, Castellón o Valencia, por lo que en el viaje voy a estar más solo que el compañero de piso del fugitivo.


El cubiqueitor, por lo tanto, se limita a tirar con saña el baúl en el maletero y en los huecos libres un par de bolsas con los equipos que tenemos que dejar a los “Devisnautas” de este fin de semana. Arranco, me despido de Sonia que me regala un gesto cariñoso extendiendo con firmeza su dedo anular y voy dejando atrás las arterias del Casco Viejo de Carabanchel, notando que las líneas opresoras del invasor Madrileño de color verde, van dejando sitio a las más libertarias de color blanco y en el lugar donde recaudadores con carcasa de acero desangraban a nuestro pueblo, ahora hay unos hierracos en el suelo destinados a que algún anciano se tropiece, denuncie, y le saque una pasta al seguro del ayuntamiento.

Como voy con tiempo de sobra, me olvido de autovías de peaje y asumo el riesgo de ir por la A3, carretera que para mi sorpresa aún sigue en obras. De todas maneras, no hay demasiado tráfico y antes de lo que me espero llego al estratégico punto donde la carretera te obliga a decidir si vas a Valencia o sigues hasta Albacete. Yo no tengo problemas de orientación, no soy como otros (aunque encuentren caballitos localizados en la única piedra del arenal o consideren un éxito toparse por casualidad con el arco de la Foradada) y mi única duda es si voy a confiar el combate de la gusa del mediodía al tradicional Marino o probar suerte en el “Mo”.

Me armo de valor, recordando las palabras sobre innovación de un ilustre portador del ansiamasá de honor venido al merme y decido innovar en el “Mo”. En el nuevo punto de referencia tienen brasas -por supuesto-, menú –asequible-, y más hueco que el Marino –y ya se sabe que habiendo hueco…- pero cuenta con el inconveniente del nombre, que tiene una rima de las míticas, y eso…


Pero bueno, las viandas son buenas, el servicio rápido y el precio justo. Al ponerme de nuevo en marcha, la amenaza de siesta fantasma aparece en forma de bostezo, por lo que decido darle un poco de marcha al coche poniendo uno de los discos de Raúl que orgullosamente lucen un “80´s” en la carátula. El resultado es un sonido “chunda, chunda, oooooooooooooo, aaaaaaaaaaaaa, ñigo, ñigo” que me resulta más doloroso que la otitis de Dumbo. Los intentos sucesivos resultan igual de frustrantes y tengo que recurrir a Rock FM. Finalmente, con los acordes del “eye of the tiger” llego a Benicarló. El Devismar aún no ha llegado de su periplo por las pitiusas y me quedo tomando un té en el Alí Babá.


La tarde, transcurrirá entre tés y recibimientos, primero al barco, luego al patrón y finalmente al resto de pasajeros que –alucina- llegan a la hora prevista. Mientras cenamos, charla sobre el uso del barco, normas de seguridad y estiba de equipos y equipajes. Al filo de las 22:00, con todo listo, el Devismar suelta amarras y zarpa con la proa puesta en el 165. Nada más abandonar la protección de la sierra y bajo un cielo estrellado animado por algún que otro cometa fugaz, empezamos a sufrir los rigores de un mar de fondo que nos entra por el costado de babor y que mece el catamarán de forma inmisericorde produciendo las primeras imitaciones de hombre lobo Asturiano. Para colmo de males, el cielo, antes despejado, se ha cubierto de nubes negras y ha dejado caer una lluvia fina, pero persistente que nos ha dejado empapaditos, como si hubiéramos sufrido un S.I.L.V.I.A:

Súbita Inundación de Líquidos que Viene Inmediatamente cuando ella Aparece
Acción de recibir un jarreo de líquidos, preferentemente agua, tras estar un largo período de tiempo seco, justo o instantes más tarde de aparecer Silvia en escena.

Las siglas S.I.L.V.I.A. “casualmente” y de pura “chiripa” coinciden con el nombre de SILVIA, primera mujer Scubagueto y chica más húmeda de Zona que confirmó tener este poder sobrenatural para convocar al líquido elemento y empapar a todo ser que se encuentre en su radio de acción.


A la llegada al archipiélago la mirada perpleja de Jorge me deja bien claro que las previsiones, una vez más, se han ido a tomar por…


De entrada, buscamos como opción las boyas de fuera, encontrándolas todas ocupadas con los barcos cabeceando más que Chicote en un burguer, por lo que damos la vuelta completa a la Grosa y entramos en un agitado cráter que nos ofrece un resguardo tras la pared del Mancolibre. Aseguramos el amarre y nos preparamos para pasar una noche movida, ahora sí, ahora no. El viento y el oleaje han cambiado a lo largo de la noche varias veces y al despertar, el panorama no es nada esperanzador. El cielo está nublado, sigue chispeando y ahora las olas amenazan con entrar al cráter de forma directa, de manera que optamos por soltarnos del fondeo y navegar con destino a la Foradada, único punto del archipiélago que nos puede ofrecer algo de calma.


No sé si será por las prospecciones petrolíferas, la plataforma de Florentino, el cambio climático, la sequía, los ciclos estacionales o la madre que los parió a todos, pero este año el mediterráneo está muy raro. Si durante la noche el oleaje y el viento han cambiado un par de veces de dirección e intensidad, ahora mientras navegamos, nos damos cuenta que nuestro destino tampoco se va a salvar del oleaje. Cuando quedamos enganchados a la 16, fijamos la vista en las esquinas del islote. Allí las olas, que tendrían que seguir su rumbo, parecen fijarse a las puntas como las “estríperes” a las barras y giran viniendo hacia nosotros por los dos lados. Para quien no lo sepa, una “estríper” es una bailarina de esas que en lugar de andar de puntillas se despatarra y perrea frotándose contra una barra cromada y vertical. Esto lo comento por dar una nota folclórica y cultural al relato.


Pues bien, así, más agitados que un contenedor en una manifestación de anti-sistemas, abreviamos una charla técnica a la que todos –lo vais a flipar- asisten y atienden, montamos los equipos tratando de mantener el equilibrio y alguna que otra constante vital y saltamos al agua. Lo primero que destaco es la visibilidad, francamente buena, pese a que las nubes no nos permiten una mejor iluminación. Lo segundo, el mar de fondo, que nos lleva de un lado a otro con relativa facilidad. Pese a todo, llegamos a la esquina, atravesando un nutrido cardumen de corvinas y tras sorprender a dos o tres meros poco madrugadores, y cogemos un poco más de profundidad. El grupo –y esto es lo increíble- se mantiene compacto, cada uno junto a su compañero, sin perderme de vista ni hacerme gestos obscenos. La disciplina se mantiene mientras pasamos bajo el arco y recorremos las piedras buscando nudibránquios y en la fría corriente del fondo, la posibilidad de langostas. Como ya voy más sobrado que Murillo en la mansión Playboy, así, mirando con desdén, pulso el botón de mi pato y hago un gesto enérgico asó con la mano plana, como queriendo decir, “vamos pallá”. El grupo, inmediatamente –fascinante- me sigue sobre las piedras que esconden una placa de homenaje y alguna morena de gran tamaño hasta llegar a la primera de las “Barras del Peña”, donde una corriente nos empuja suavemente con dirección al fondeo. Es justo aquí, donde –cágate lorito- algunos me indican que ya están a 100 (de aire en la botella, no de ganas de hacer el ardor) y que vayamos ya al barco. Llegamos al fondeo y –hostias- que suben de dos en dos a la que el manómetro de alguno marca 50. Por fin un grupo disciplinado. Seguramente lo mejor de una inmersión flojita, flojita para lo que es este parque.


Y eso, seguramente sea porque el viento, que ha vuelto a cambiar, se ha puesto así como de sur y nos menea mucho más el barco. Mientras tomamos los platos que nos ha preparado el patrón y nos vamos quitando trajes y escarpines, Jorge nos dice que haremos la segunda dentro del cráter, en la 1, que allí nos moveremos menos. Y eso hacemos. La 1, lugar de fondeo habitual de la Goleta está ocupado por un buque de investigación que pasa la noche allí, pero que por la mañana se marcha para hacer sus cosas y nos deja el sitio libre. El viento, que no se está quieto, nos deja hacer un intervalo en superficie más o menos cómodo y lo de ponerse los equipos se nos da bastante bien. La inmersión aquí es muy sencilla: cruzas las crestas con dirección a la arena (por si las águilas) y luego, entre dos aguas (por si los espet…inos) con rumbo norte hasta llegar a la pared y de allí al desplome (por si los meros grandes y las corvinas a “puñaos”) donde alguno andará ya a media botella y tendremos que regresar pegaditos a la pared (por si las morenas), junto al ancla, para terminar chiringando por la pradera (por si las nacras) patuqueando por las anémonas (por si las gambitas) y haciendo –sí amigos, sí- la parada de seguridad entre julias nerviosas.


De nuevo, al subir el viento ha vuelto a cambiar aconsejándonos buscar otro lugar donde terminar el día. Lo bueno, es que por lo visto las cosas ahora sí, van con tendencia a la mejora, pero sin que se note mucho. De nuevo, salimos de la Isla Grosa y nos amarramos a uno de los fondeos de poniente. Allí, más o menos estamos tranquilos, lo suficiente, como para comer y bajar a tierra. Y, desgraciadamente tenemos que decir que por primera –y espero- única vez en la historia, el Devismar, por el viento, se quedó sin barbacoa. La visita a la isla, agradable, en orden de combate guiados por Lucia y siempre pendientes no sea de que alguno se nos aberronche contra el rocaje vivo y se niegue a volver al barco.


Afortunadamente, las condiciones, sin mejorar, nos van dejando tregua, permitiéndonos regresar a dormir al cráter entre los gritos de las pardelas y con las luces del faro de Ibiza en el horizonte, pero con el agua cada vez más calmada. Una noche plácida que se rompe cuando el sol se abre paso entre las nubes –persistentes ellas- y nos invita a iniciar la primera inmersión de la madrugada. La idea, es llegar hasta el “Cañón del Cremaet”, eso nos obliga a navegar a cuatro metros de profundidad, la primera parte de la inmersión, hasta salir al exterior. Y así hacemos. Una vez fuera, lo que nos quitó ayer la Foradada parece que nos lo quiere compensar el Mascarat, que nos monta una coreografía de sargos, bogas, chopas y corvinas, sólo rota por las patrullas de dent…inos que cruzan el azul de lado a lado y que son observados por los grandes meros que hay por aquí. En las piedras, dos enormes cabrachos se mantienen posados sobre una piedra sin que aparentemente les preocupe la cosa esta del mimetismo. Para terminar de arreglarlo, desde lejos viene nuestro mero, que comienza a posar y a juguetear con menos vergüenza que un gato en la matanza, haciendo que optemos por permanecer aquí, tranquilos y cancelar nuestra visita al Cremaet. Regresamos al fondeo y terminamos, como siempre, esta inmersión buscando los caballitos que se esconden en la pradera, aunque este año aquí nos están siendo esquivos.


Nos queda una última inmersión, que empezaremos cuando termine nuestro intervalo en superficie. Un tiempo dedicado a probar la resistencia de la red de proa, adormilados por el rítmico murmullo del compresor. Una vez vuelve el estruendo de los patos de mar, movemos el barco al fondeo del medio, para hacernos un “Marrón”. Un recorrido triangular, que llega a las crestas y vuelve paralelo a la pared del tabaco, para continuar paralelo a los restos de uno de los cráteres sumergidos. Un recorrido muy cómodo, a poca profundidad y que siempre guarda sorpresas, como la enorme cigarra de mar que vimos bajo una cornisa.
Ya está todo hecho. Regresamos a Benicarló, domando el mar, cada vez menos agresivo, con el sol –por fin- abriéndose paso entre las nubes y con mucho tiempo de antelación, lo que sin duda, me permitirá llegar a casa prontito, pero eso, será otra historia...

Otra Scubacrónica de José Luís González...

Un saludo
Raúl :D

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